Y no hablemos del ambiente que se vive los días de partido, uno sale a la calle y parece sumergirse en una película de indios ante el espectáculo de las caras pintadas hasta donde da de sí la imaginación.
Eso que a la hora de escribir estas líneas tan solo nos hemos clasificado para los cuartos de final. ¿Qué pasará si ganamos el Mundial?
Prefiero no imaginarlo.
Pero… ¿y si no lo conseguimos porque Klose y compañía hacen buena la frase “el fútbol es un deporte en el que juegan once contra once y gana Alemania”?
¿El sentimiento de frustración colectiva afectará a la consumer insight que tienen los heavy users de las marcas que potenciaron la condición euforizante (gracias Antonio Caro) de la publicidad con anuncios basados en el apoyo incondicional a, o de, La Roja?
Tal cosa no debería quitarles el sueño a los anunciantes que invirtieron en adquirir los derechos de imagen de la selección.
Ante el alarde de tanta creatividad de camuflaje, dudo que los consumidores sean capaces de recordar espontáneamente a qué marca pertenece cada uno de los anuncios protagonizados por La Roja.