En nuestra bandera, me enseñaron en el colegio, el rojo simbolizaba la sangre derramada por la Patria.
Nos apasiona el rojo como color corrector, censor o utilizarlo para subrayar una mala nota.
Lo utilizamos como metáfora para definir el cabreo de una persona (“lo vio todo rojo”).
Teñimos de rojo la pasión exacerbada.
Rojo es el color del Diablo y su infierno.
También lo utilizamos para prohibir y recibir multas con la consiguiente quita de puntos.
Lo identificamos con cierto tipo de clubes al estilo de los antiguos romanos.
Lo asociamos a la violencia y en el Bajo Egipto, los escribas lo utilizaban para escribir con él las palabras de mal agüero.
O lo aplicamos a la vergüenza (“se puso colorado”, se decía en tiempos azules).
Con el color rojo representamos al fuego que asola nuestros bosques.
Y la tradición cristiana atribuye a Judas cabello rojo.
Afortunadamente todo esto se va a acabar. Y la crisis, el paro, la crispación política… todo se va a solucionar con las victorias de nuestra selección de fútbol.
La Roja.
Así, cuando a las próximas generaciones les hablen de los rojos, ellos contestarán: Casillas, Pujol, Xabi, Torres…
¡Laus Deo!