Una de las mayores diferencias entre el marketing digital y el marketing tradicional es la mayor capacidad de medición empírica que tiene el primero frente al segundo. Desde hace 16 años que monté mi empresa sé que unos de los puntos más importantes de nuestro negocio es que toda inversión y toda actividad que se ejecute sobre un activo digital tiene unos efectos que se pueden medir y, por tanto, mejorar. Desde entonces hasta ahora lo que se podía medir y las conclusiones que éramos capaces de extraer de los análisis de las bases de datos que generaban los activos digitales han incrementado exponencialmente.
¿Recordáis que a finales de los 90 una página web no era nada en este mundo si no tenía un contador de visitas? Unas ligeras líneas de programación ejecutadas desde nuestro propio servidor hacían incrementar el marcador cada vez que se abría la página. Era lo que había, poco más. ¡Auténticas máquinas de spam que enviaban peticiones masivas para aumentar el tráfico, la posición en los buscadores y las tarifas de publicidad!
Recuerdos de abuelo cebolleta, pero de vez en cuando está bien pensar en los orígenes para no cometer los mismos errores. Porque la medición por sí sola, el dato por el dato, no nos sirve de nada. La verdadera piedra rosetta es la interpretación de esos datos que se obtienen tras su extracción cada vez más automatizada. La analítica digital es la piedra angular sobre la que se deben tomar las decisiones en el día a día y en las estrategias de los negocios. Debemos ser cuidadosos con nuestro negocio y medir e interpretar cada acción que se realiza en nuestros canales de contacto con nuestros clientes, ya sean digitales o físicos.
Medir la experiencia
A diferencia de las aproximaciones tradicionales del análisis de la experiencia de cliente mediante encuestas de satisfacción, la analítica digital pasa a ser la hermana mayor en las herramientas de análisis. Prácticamente podemos conocer los movimientos de nuestros clientes en cada etapa de su viaje, cada hito que va superando, cada dificultad que encuentra en el camino hacia la conversión y fidelización. La analítica nos facilita entender el comportamiento de nuestro cliente o usuario frente a nuestra oferta, su experiencia en nuestro entorno.
El viaje de cada cliente nos cuenta una historia diferente. Cada uno la suya, pero generan comportamientos globales y agrupables en diferentes ICPs (perfiles de cliente ideal). Transformar esa historia, ese viaje, en conocimiento que podamos compartir con toda la organización es la clave para poder tomar decisiones valiosas en conjunto y obtener resultados globales.
La analítica nos va a permitir diseñar modelos para la toma de decisiones basados en datos extraídos mediante diferentes indicadores. Podremos vigilar los diferentes cambios de comportamiento de nuestros clientes, leer oportunidades de venta, de up selling y cross selling y, muy importante, tendremos un termómetro sobre el bienestar o malestar de nuestro cliente en cada momento.
La analítica digital, el corazón de la transformación digital
La información de los activos digitales es clave para planificar bien toda una estrategia digital exitosa. Pero ya no sólo en un entorno marketiniano, sino en un contexto empresarial global. Por eso el analista digital global ha pasado a ocupar un puesto más estratégico y de mayor visibilidad, porque es el verdadero motor de la optimización de la estrategia digital de las empresas.
La aplicación de la analítica digital en los diferentes entornos corporativos como IT, finanzas, operaciones, marketing o ventas, facilita la automatización de procesos. Pero la ausencia de visión holística de la analítica genera en muchas empresas una ceguera ante la necesidad de una transformión digital ordenada y con sentido, porque digitalizar la empresa no es poner con un contador de visitas en nuestra web.