¿Es España un país de portavoces mediocres?

Cuando una startup se presenta ante inversores, cuando un directivo expone un plan anual a su consejo, cuando una persona hace una

Start up-presentaciones-convincentesCuando una startup se presenta ante inversores, cuando un directivo expone un plan anual a su consejo, cuando una persona hace una entrevista de trabajo, todos los puntos fuertes y débiles de la comunicación tienen que estar más que dominados. Porque lo cierto es que el proyecto mejor pensado no sirve de nada si no se comunica de forma adecuada y adaptada a las necesidades del público. Stephan Fuetterer, experto en comunicación, estrategia digital, innovación y coaching, y profesor en Foxize, explica en este artículo la importancia de interiorizar, la única forma de aprender a hacer presentaciones realmente convincentes.

“Cuando le comento a mis compañeros de profesión que uno de mis objetivos es convertir España en un país de portavoces brillantes y convincentes, la respuesta suele ser la misma: una mirada de incredulidad seguida de un “eso es imposible”. Argumentan que España es un país de portavoces mediocres, dado que se mezclan dos ingredientes explosivos: el orgullo (“los que somos buenos no necesitamos ensayar”) con la timidez y el pánico escénico que provoca exponerse a una audiencia pública. La combinación suele ser terrible.

Los hechos suelen demostrar la certeza de las aseveraciones de mis compañeros. Ni los portavoces corporativos ni los institucionales ni los millennials startuperos suelen librarse de la “maldición del portavoz”. Los “soft skills” (eso que no nos molestamos en aprender porque se da por supuesto, erróneamente, que todos sabemos hacerlo) son capacidades poco valoradas en España y hablar en público forma parte de ellas. Los portavoces españoles tienen preferencia por caer en el tostón tradicional frente a la opción de arriesgarse a resultar convincentes. Es mejor jugar a no perder que jugar a ganar.

Por otra parte, cuando comento a profesionales de la formación y de las conferencias mi intención de convertir a nuestro país en una especie de Silicon Valley de la “portavocía convincente”, intentan arrancarme de cuajo esa idea de la cabeza: “ya hay mucha gente que se dedica a eso”, me espetan. La contradicción es colosal. Si hay tanta gente que se dedica a formar portavoces y a impartir cursos de presentaciones eficaces… ¿Por qué la calidad de las personas que hablan en público en España tiene tantísimo margen de mejora? Esto es doblemente grave teniendo en cuenta que los ciudadanos son cada vez menos tolerantes a las poco brillantes y nada orgánicas cantinelas de quienes deberían mostrarse convincentes y empáticos.

Intuí que la clave está en la metodología. Benjamin Franklin ya lo resumió perfectamente con su famoso “Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo”. Aprender algo sin mantener ese aprendizaje en el tiempo no sirve de nada, ya que lo aprendido se va disolviendo con el tiempo y el alumno, como buen humano, vuelve a su zona de confort, a los tonos grises de la portavocía que tanta indiferencia generan. Se olvida tan rápido como se aprende.

Aprender a hacer presentaciones efectivas, comunicar de forma convincente y transmitir mensajes contundentes implica necesariamente un aprendizaje más relacionado con el crecimiento personal que con el aprendizaje de determinadas técnicas. Aprender una metodología salpimentada de trucos es anecdótico y resulta pasajero si se compara con una inmersión en los propósitos de aquello que necesitamos trasladar a la opinión pública, a unos inversores o a nuestros superiores.

Para ello resulta fundamental la gestión de las emociones, porque el miedo es una emoción muy presente en los actos de exposición pública y esas emociones hay que saber gestionarlas para que jueguen a nuestro favor. Sin implicación, sin profundización y sin interiorización no se logran grandes aprendizajes en este tipo de formaciones.

Hacer una presentación pública siempre representa una oportunidad, más allá de la obligación que nos empuja a realizarla. Presentar un informe trimestral puede suponer una oportunidad de mostrar a mis directivos ciertas fortalezas que puede que ellos desconociesen en mí. Defender con convencimiento un “elevator pitch” puede significar la financiación de una Start Up frente a su desaparición.

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Stephan Fuetterer.

Sí, presentar en público puede producir en los directivos el mismo efecto que un campo de batalla, porque afloran miedos muy ancestrales, entre los que destaca el miedo a ser juzgado. Y estos miedos solo se pueden combatir desde una profunda interiorización. Esa debe ser la base de una formación de portavoces. No bastan las metodologías y los trucos típicos de portavoz que tan escasos resultados están logrando.

No es tan difícil interiorizar este tipo de aprendizajes. Simplemente hay que cambiar la metodología. Si se hace correctamente, se produce un salto cualitativo basado en el crecimiento personal que dura para siempre. En mi caso, considero imprescindibles las técnicas de coaching, de visión empresarial y la técnica actoral. Gestionar la motivación resulta fundamental para lograr una expresión creíble. Sin un profundo compromiso tanto con el fondo como en la forma todo seguirá pareciendo falso. ¿Realmente hace falta que comparemos a Obama con Rajoy para ver lo que nos queda por recorrer?”

 Sobre el autor

Stephan Fuetterer es experto en comunicación, estrategia digital, innovación y coaching, Desde 2011 es miembro de la junta directiva de la Asociación Española de Directivos de Comunicación (DIRCOM) y desde 2015, de Internet Society Spain. Fue socio desde 1998 a 2016 de Best Relations, consultora de comunicación y social media.

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